Infancia

De pequeño era tan pobre que lo compartía todo. De hecho compartí mi nacimiento con un gemelo.

Como no me distinguían, una enorme tristura se adueñó de mi persona hasta que conseguí diferenciarme de mi hermano. ¿Cómo? Me pusieron gafas.

Obsérvese la maravillosa cabellera que lucía ya a los cinco años.

Pobreza

En mi infancia nunca sobró nada, aunque tampoco faltaron algunas comodidades, tan propias de la época de posguerra en la que nos encontrábamos.

A la izquierda pueden ver una instantánea de Faustino, uno de los chóferes que teníamos. La foto está tomada delante del Hudson, el coche que menos me gustaba. Hacía demasiado ruido para mi gusto.

Si tuviera que elegir uno de entre los que teníamos, me quedaría con el Citröen 11 Ligero. ¡Ese si que era un buen coche! Para aquellos que no lo conozcan adjunto una fotico el año que lo pintamos de azul, el más elegante.

El 11 ligero


Alguno se preguntará que a dónde me llevaba este coche, que en opinión de algunos vascos, resulta algo cutre. Pues bien, he de confesar que mientras mi gemelo se las agenciaba para irse al cine con sus amigos yo me pasaba las tardes en el auditorio, escuchando concierto tras concierto, ópera tras ópera, truño tras truño, como diría Fernando.

Menos mal que de vuelta tenía alguna que otra compensación: pasábamos por delante de una pastelería, especializada en Panellets. Es difícil explicar por escrito las bondades de este postre tan suculento. Me limito a aportar una imagen que, como bien se dice vale más que mil palabras.

Formación cultural y humana

Quería terminar este pequeño relato de mi vida con un repaso a aquellos momentos que más me han ayudado a mejorar mi formación cultural y humana.

Ya he recordado los maravillosos conciertos a los que asistí en Barcelona, que tanto me ayudaron en mi formación musical. Algunos podrían concluir que con tanta inmersión musical seguro que floreció mi afición por practicar con algún instrumento: pues se equivoca radicalmente; creo que me confirmé en la idea de que la música hay que dejársela a profesionales.

Mis padres me regalaron la oportunidad de avanzar en mi formación en idiomas con unas estancias estivales en la Selva Negra (Schwarzwald). Recuerdo que en aquellos momentos me decidí a apostar por el idioma alemán. A la vista de los años puedo reconocer que fue una buena apuesta... aunque no sé valorar si la gané o no. Igual la gané...

Por último, no podía dejar de mencionar mi estancia en el Colegio Mayor Universitario La Estila, donde aprendí de todo: los universitarios son gente que dan para mucho. En pocos años mejoraron mis conocimientos de manejo de antenas de TV (hice un máster en generación de interferencias), también mis habilidades como ATS (atendí enfermos, puse inyecciones, etc.) y me capacité en la lucha contra todo aquel que me encontraba ciricandiando por el pasillo.